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1. El confinamiento no solo se representa en el encierro físico, sino también en el mental. Quedan suspendidos los derechos constitucionales relativos a la libertad y seguridad personales, la libertad de tránsito, la inviolabilidad de domicilio y la libertad de reunión.

2. Las relaciones laborales e interpersonales han cedido su lugar a una interfaz. Todo, o casi todo, se ha vuelto virtual. Los límites se desdibujan: casa/trabajo, adentro/afuera, privado/público. La prohibición de salir atenta contra el deseo, y el miedo ocupa su lugar. La calle no es un lugar seguro y es apenas transitable.

 

3. El cuerpo desprotegido se presenta como amenaza. El otro se torna peligroso. Uno es otro. El distanciamiento social obligatorio desconoce los afectos.

 

4. Postergación. Suspensión. Cancelación. Los planes y proyectos quedan consignados en libretas, cajones y en el nudo que se forma en la garganta. Pensar en el futuro es sumergirse en la incertidumbre.

 

5. Mientras unos hablan de una ‘nueva normalidad’, otros esperan volver a la ‘normalidad’. Lo único cierto es que la norma es una regla. 

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